jueves, 27 de junio de 2013

La conducta suicida en la adolescencia

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el suicidio como “un acto con resultado letal, deliberadamente iniciado y realizado por la persona, sabiendo y esperando su resultado letal y a través del cual pretende obtener los cambios deseados”

La conducta suicida podría considerarse una continuidad que va desde aspectos cognitivos como la ideación suicida, hasta los conductuales, como el intento suicida o el suicidio.

La ideación suicida abarca un amplio campo de pensamiento que puede adquirir las siguientes formas de presentación: el deseo de morir, la representación suicida, la ideación suicida sin planeamiento de la acción, la ideación suicida con un plan indeterminado, la ideación suicida con una planificación determinada y en algunos casos una intensa preocupación autodestructiva. El deseo de morir puede ser considerado el portal del comportamiento autodestructivo y representa la inconformidad e insatisfacción del individuo con su modo de vida en el momento actual. 

Podríamos decir que el fenómeno suicida es un proceso que atraviesa por estadios: ideación, intencionalidad, ejecución y consumación.

Los adolescentes deben lidiar con una variedad de problemas psicosociales, consolidar un sentido de identidad y madurar cognoscitiva y emocionalmente. Igualmente este período de transición representa un tiempo de exploración de la identidad donde se experimentan cambios frecuentes en las metas de vida, en los vínculos románticos, en las aspiraciones de trabajo o estudio y en la visión del mundo. Estos eventos pueden facilitar que algunos adolescentes cursen con síntomas depresivos o conductas suicidas por la inhabilidad de enfrentar cambios biológicos y psicosociales que ocurren durante este período crucial del desarrollo. También, los adolescentes pueden utilizar conductas desadaptativas aprendidas para dirigir su inconformidad asociada a sus rápidas experiencias de cambios.

En este fenómeno, son frecuentes los signos de alarma o advertencias que incluyen pensamientos autodestructivos, escritos sobre temas de muerte, cambios bruscos en la conducta o en sus necesidades de sueño o alimentación, deterioro académico o social, sentimientos de culpa, etc. Estos signos podrían propiciar la conducta suicida a largo plazo, pero hay otros elementos llamados los estresores crónicos que son factores que predisponen a largo plazo a algunos jóvenes y no necesariamente a otros a la realización de un acto suicida entre los que se incluyen: pérdida temprana de alguno de los progenitores por muerte, separación o divorcio; dificultades en la comunicación familiar; abuso de sustancias; dificultades escolares; disfuncionalidad familiar; violencia doméstica; inadaptación social; enfermedad física o incapacitante, etc.

Las amenazas y los gestos suicidas generalmente son subestimadas, devaluadas e incluso ignoradas por las figuras significativas a quienes se pretende hacer llegar el mensaje del sufrimiento que se está padeciendo, sin que estas personas tengan en cuenta que ambas son manifestaciones muy frecuentes de la comunicación suicida.


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